Cada historia tiene 3 versiones: la mía, la de la otra persona y la real. Esta aclaro, es la historia desde mi perspectiva. Esta es mi versión. Va con café (aunque debería ir con birra).
Nos conocimos de manera casual por redes sociales a finales del mes de diciembre. Un follow acá, un follow back allá y listo. Empezamos a conversar por un tema de interés en común, como se hace ahora con cualquier desconocido en redes sociales como esas.
Era una
conversación amena, entretenida, fluida y natural. Lo cual es bastante difícil
de encontrar en estos días por lo que despertó mi interés. Quizás, pensé. Y en
pocos días me descubrí sonriendo cuando me llegaba un mensaje ¿Por qué sonrío?
Y bueno, porque así he sido siempre, me dejo ir muy fácil cuando alguien me resulta
interesante.
Al principio me fue como muy sencillo ser yo en cada conversación, escribir o enviar un audio de manera espontánea de una manera tal, que en un par de semanas quizás, le invité a un café y me lo aceptó rápidamente lo que sin duda sumó puntos porque parecía todo muy relajado.
No fue la mejor cita (ahora creo que es porque no fue una cita para él jaja). No se sentía esa naturalidad de las conversaciones en línea y hasta le vi bostezar un par de ocasiones. Sobre este último punto he de decir que tocó mi ego, porque puede que yo no le guste a alguien físicamente, pero siempre he rajado de la excelente conversadora que soy.
Siguiendo. Soy
impulsiva, lo he dicho muchas veces. Y después de esa salida le dije que me
gustaba. Acá aclaro un punto, para mi decir que alguien me gusta, es el equivalente a “me gustaría
seguirte conociendo”.
No me molestó no
recibir un “y vos a mi” de vuelta porque pues, una tampoco es JLo para gustarle
a todos, pero si me cuestioné a mi misma ¿qué mal interpreté acá? Porque no se,
yo sentía que había un interés mutuo en conocernos. O quizás no mal interpreté
nada y solo físicamente no era lo que esta persona esperaba. Ya fue, me dije.
La embarraste y listo.
Me sorprendió
recibir un mensaje la mañana siguiente, como las otras mañanas previas. Lo vi
como un gesto de cortesía o caballerosidad que aprecié, pero de una me dije “recordá,
no le gustás”. Seguimos conversando diariamente, aún en medio de mi viaje a Colombia.
Pero no se, algo se iba desinflando o cambiando, o normalizando, pero no se
sentía igual.
Pasaron varias
semanas sin vernos, que yo interpreté como falta de interés, porque en mi mundo
cuando querés ver a alguien, ajustás la agenda más imposible y lo hacés. Quizás
ese sea uno de mis problemas jajaja siempre poner todo. Pero nos vimos y pasó
algo que no imaginé, nos besamos. No me emocioné mucho a decir verdad, porque habíamos tomado
y pensé “esto es una vaina de guaro nada más”.
Pero volvió a pasar
esta vez sin alcohol. Y ahí si que empecé a sentir cosas, a pensar que quizás
podía ilusionarme después de tantísimo tiempo, quitar el freno y dejar que las
cosas fluyeran hasta donde diera la cuerda. Pero sentía algo en el pecho que no
me dejaba del todo ser. Y comprendí que era la duda de no saber que estaba
pensando de mi esa persona que guardaba silencio cuando yo le decía que me
gustaba.
Pues, no sería la
primera persona que se queda ahí a escampar, a ver que pasa, a ver que agarra
mientras aparece quién le genere interés y le mueva el piso. No digo que fuera
alguien así, solo que ya lo había vivido y no quería hacerlo nuevamente.
La respuesta fue
justo lo esperado. Le gustaba mi compañía, pero no se visualizaba ni ahora ni a
futuro en una relación conmigo. Daba igual si era por él o por mi, el resultado
era el mismo. Desde luego que agradecí su honestidad pero ese día todo cambió,
porque aunque yo quisiera negarlo, esos dos o tres meses de conversaciones habían
despertado en mi un interés más allá de una amistad.
Yo quería
conocerlo, salir con él, conversar con él, pero no de la misma forma que él
quería hacerlo conmigo. No es que yo quisiera ya una relación, es que quería
dejar todo fluir a ver si se daba una más adelante, yo quería ver que podía pasar
pero ¿Cómo hacés eso sin ilusionarte al menos un poco en el camino? Y peor, ¿cómo
hacés para ilusionarte con alguien que sabés que no se ilusionará con vos?
Comencé a medirlo
todo, a pensarlo todo, a escribir mensajes que nunca envié o que reescribí antes
de enviar “en lugar de eso, mejor pongo esto” “No no, ese emoji no, mejor este
otro o lo quito del todo”. Pensaba en algo que quería compartirle, pero ya no podía,
porque probablemente no le importe tanto o no le importe del todo. Y empecé a
dejar de procurar alargar las conversaciones, porque quizás era algo que solo
yo quería hacer.
Cuando me di
cuenta, ya no era yo quién escribía, era una versión diminuta, reprimida y contraída
de mi queriendo achicarse para entrar en el pequeñito espacio que le estaban
dando. Y yo, a decir verdad, yo no se querer poco. Yo no se dar poco. Yo no se
medir y tener estrategias.
Yo solo se fluir, a
veces al barranco y a los problemas jajaja, pero siendo siempre yo, diciendo lo
que pienso y haciendo lo que siento. No se guardarme los besos ni las ganas de
ver a alguien. Y entonces tuve que alejarme, en parte porque estaban pasando
muchas otras cosas en mi vida y en parte porque en la distancia tenés perspectiva.
Y en ese espacio y
esa distancia volví a analizar todo y comprendí que el error había sido mío
desde el inicio. Que esta persona se había acercado a mi como cualquiera lo
hace con alguien con quién tiene un tema en común, que nunca había demostrado
ningún interés romántico en mi ni me había dicho que le atrajera o le gustara.
Simplemente era alguien a quién le caía bien (eso si me lo dijo varias veces).
Me sentí realmente
apenada por cómo forcé todo y busqué que sucedieran cosas que en lo natural no
hubieran pasado, por la manera en que confundí la simpatía con el interés y me
armé historias que en la realidad no sucedían. Y comprendí que, en ocasiones, queremos
que algo suceda y rearmamos la realidad en nuestra cabeza para convencernos de
que está sucediendo cuando no es así.
¿Qué si me hubiera gustado
que funcionara? Quizás. Pero la realidad es que los sentimientos iban por vías
contrarias y ¿cómo hacés para mirar a esa persona nuevamente sabiendo que no
siente los mismos deseos de abrazarte y las mismas ganas de estar ahí que vos?
Pensando que está tratando de sentir algo que naturalmente no le fluye y que,
cuando le tocás, el pulso no se le acelera de la misma forma que a vos.
No quiero vivir con
sabor a poco, no quiero sentir que tengo que mantener la rienda corta de mis
emociones y mis sentimientos, o que tengo que convencer a alguien que siente
cosas por mi que realmente no siente.
Necesito poner todo
mi corazón en cada área de mi vida porque es la manera en que soy, vivir cada
instante de mi presente sin cuestionarme cada cosa que digo o hago y que salga
cómo tenga que salir y que pase lo que tenga que pasar. Porque a lo único que le
tengo más miedo que al dolor, es a no sentir lo suficiente y se me vaya la vida sin vivirla.
Mari.
PD: No he sacado a
esta persona de mi vida, ni tampoco quiero hacerlo. Solamente estoy dejando que
sea libre de escribirme cuando quiera y de la forma que quiera y le nazca, de hablarme
de lo que quiera como antes y que me vea cuando sienta ganas de hacerlo. Nada porque
le toque, nada porque yo lo fuerce, nada porque yo lo provoque ¿Así funciona la
amistad, no?