Realmente ¿Queremos lo que pedimos?
Una de las preguntas frecuentes que nos hacen en diferentes etapas y momentos es ¿Qué queremos recibir de la vida?
En esta ocasión, les cedo la libertad de escoger si lo quieren con café o birra... dependerá de sus propias reflexiones ;)
Una de las preguntas frecuentes que nos hacen en diferentes
etapas y momentos es ¿Qué queremos recibir de la vida? Y aunque la mayoría
contestamos con aparente seguridad manifestando nuestras expectativas, cada vez
estoy más convencida que las personas pedimos muchas veces cosas que realmente
no queremos o por las que no estamos dispuestos a pagar ¡Y casos sobran!
Están aquellos que van por la vida diciendo que quieren una
novia que les de su espacio y libertad de acción, pero cuando la tienen se
quejan de que no se preocupan por ellos. Mujeres que quieren al hombre más
cariñoso y atento del mundo, y después se convencen (o las convencen sus
amigas, compañeros de trabajo, familia, etc.) de que es un “pega”.
Nos gusta andar en fiestas y pachangas eternas con nuestros
amigos, porque es la vida que llevábamos y así nos conocieron, pero si nuestra
pareja hace lo mismo (aunque así la conociéramos también) es motivo para el
inicio de la tercera guerra mundial.
Vamos por la vida pregonando que queremos rodearnos de gente
sincera y directa y cuando sucede, las tachamos de personas frívolas, sin
sentimientos ni tacto para decir las cosas. (La sinceridad ¡pásala! Pero solo
cuando nos sea conveniente).
Los hombres, quieren mujeres que les den sexo fácil y sin
compromiso, son fieles a la libertad sexual y la defienden como una expresión
inequívoca de su masculinidad; pero si una chica pide o hace lo mismo se
reservan el derecho natural de referirse a ella como “zorra”, “fácil”, “cul*”,
etc.
Mujeres que quieren ejercer la misma libertad sexual de la
que por siglos ha gozado el hombre (de lo cuál soy partidaria 100% ojo); ser la femme fatal que come cuando le da la
gana, con quién le da la gana y las veces que le dé la gana, porque eso hacen
los hombres ¿O no? Pero no soportan que no las llamen al día siguiente o no les
pongan por lo menos un SMS de “la pasé bien”. Y diay ¿No que solo por el rato?
Y el asunto no acaba ahí, porque esa actitud se expande a
muchos otros campos de nuestras vidas, por no decir a todos. Ambicionamos tener
mucho dinero, pero con el menor esfuerzo posible. Un trabajo donde nos paguen
mucho pero que obvio trabajemos poco (a la inversa nos rasgamos las
vestiduras).
Queremos una carrera y un título profesional que nos
presente al mundo como personas preparadas, cultas y estudiadas, pero sin estudiar,
hacer trabajos, aprender, quemarnos las pestañas y menos sacrificar la plata de
las birritas.
Deseamos amigos que siempre estén para nosotros, aunque solo
los busquemos cuando necesitamos o nos sobra tiempo. Una familia unida,
perfecta y en armonía, aunque nunca hayamos hecho el esfuerzo de ser parte de
ella en la acción y no solo por una congruencia de ADN.
Simplemente, buscamos una libertad que no sabemos cómo
manejar, un espacio que luego queremos llenar porque nos parece vacío y éxitos
por los que no estamos dispuestos a luchar. Nos gusta la parte bonita que es
recibir, pero no dejamos de ser egoístas ni mediocres a la hora de dar.
Es ley de la vida, que toda acción traiga consigo una
consecuencia independientemente de que sea buena o mala. Si pedimos algo,
debemos afrontar la responsabilidad de tenerlo. Y si no lo puede manejar ¡No lo
pida! ¡No lo busque!
Entonces ¿De verdad queremos todo lo que pedimos? ¿Tenemos
la intención de dar lo que se requiere para recibir lo que esperamos? La única
gran verdad, es que no todos queremos lo mismo ni pretendemos vivir de la misma
forma. Y si tanto amamos hacer lo que se nos da la gana ¿Por qué nos
disgustamos cuando los otros aplican la misma filosofía de vida?
Y no es una cuestión de género, es naturaleza humana. Y el
único punto de consenso posible es la práctica de 2 cosas: Respeto y
equilibrio. Respeto hacia las otras personas y la forma de llevar sus vidas. Y
equilibrio para dar en la medida que recibimos y pedir en la proporción en que
entregamos.
Si no está del todo o nada satisfecho con lo que acontece en
su vida en alguno o muchos ámbitos, quizás sea el momento de analizar si lo que
tiene es realmente lo que desea, pues reitero, muchos pedimos lo que
posiblemente ni en pesadillas queremos realmente obtener.
Mari.
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