Nos han vendido por siglos que el amor duele, que cuando se ama se sufre.
Este si o si ¡hay que leerlo con birra!
- Linda, ese mae ya está saliendo con otra chavala…
Usted ya debería pasar página.
- Es que eso no importa, aunque esté con otra yo
lo voy a querer y voy a estar ahí. Es que así es el amor.
- …
Antes de seguir me gustaría solamente aclarar una cosa: Soy
una fiel defensora del amor, pero del amor lindo, del bueno como dicen.
Dicho lo anterior, voy directo al punto: Es increíble cómo
nos han lavado por siglos el cerebro con eso de que “el amor duele”, “cuando se
ama se sufre” y cuanta frase similar escuchamos repetirse una y otra vez.
Y sobreviven en el tiempo porque creemos y estamos
absolutamente convencidos de que es de esa manera. A tal punto, que cuando nos
encontramos en una relación que nos lastima lo vemos como parte del paquete “Es
que así es el amor ¿ves?”
Mae… ¿En serio?... ¡No me jodás!
¡No! El amor es algo demasiado puro y distinto al dolor. Las
parejas más exitosas que conozco coinciden que las relaciones pasan por
momentos buenos y malos, pero no hablan de dolor; porque un bache es muy diferente
a llevar palo en una relación, que contrario a sumarnos nos desgasta cada día
más.
Alguien me dijo un día: ¿Quién dijo que tenía que ser
correspondido? ¡Pues claro que tiene que ser correspondido! ¿Si no de qué
sirve? ¿Para qué queremos poner nuestros sentimientos en un terreno infértil en
el que nunca van a germinar?
Aun cuando en algún momento haya funcionado, no implica que
puede o vaya a funcionar eternamente. Y por más que digan que “donde hubo fuego
cenizas quedan” debemos tener la mente clara y la cabeza lo suficiente fría
pasa saber cuándo podemos avivar la llama y cuando lo que hacemos nada más es
esparcir humo y cenizas por todo lado.
¡Qué fuga más gigante de energía estar en un capítulo que la
otra persona ya cerró y al que ya no va a volver! Porque muchas veces, en un
acto de masoquismo puro y con la excusa de “luchar por lo que queremos” no dejamos
de insistir e insistir en reconquistar a alguien que ya nos archivó y siguió su
camino.
Convertimos lo que pensamos es una lucha, en una pérdida de
tiempo porque creemos – juramos – que nuestro simple esfuerzo bastará para
reconstruir algo que se ya se dañó o, en el peor de los casos, ni siquiera
existió. (quién no se haya ilusionado de gratis que tire la primera piedra).
En momentos así, debemos de agarrarnos de un amor más grande
para salir del charco: Del amor propio. Tener la convicción que merecemos mucho
más que pasar noches enteras pensando en alguien que no piensa en nosotros sino
en alguien más.
Nos han dicho que hay que dar sin esperar nada a cambio y siento
romperles la burbuja, pero esa es una de las teorías más tergiversadas de la
vida y un salvavidas desinflado al que nos aferramos para no enterrar lo que – sabemos,
pero no aceptamos – hace ratos se murió.
Debemos aprender como se dice popularmente “a jalar” de
dónde ya no tenemos nada que hacer, decidir querernos más a nosotros mismos y (¿por
qué no?) darnos la oportunidad de conocer a alguien más.
Si para seguir necesitamos primero cerrar el ciclo y enviar
ese mensaje, hacer aquella llamada para estar en paz ¡Ok, adelante! ¿Quiere
tomarse hasta el líquido de las rodillas? ¿Llorar hasta que Noé empiece a meter
los animalitos en el arca? ¡Dele! Pero luego le pone un candado al episodio,
bota la llave, se lava la cara, se viste de dignidad, se adorna con una sonrisa
que muestre hasta la última muela y sale con la frente en alto al mundo
nuevamente.
Finalmente, dejar ir no nos hace cobardes ni insensibles,
sino inteligentes y mejores. Porque como lo dijo el gran maestro Cerati “Decir
adiós es crecer”.
Mari.