¿Cómo se siente la depresión?

En los stories que les compartí hace unos días en mi Instagram, comenté que hace unos años sufrí de depresión clínica. Hoy quiero compartirles un poquito más sobre mi experiencia y cómo he logrado llevar una vida normal.


Este va con cafecito (y con agua, que estoy tratando de llegar a la meta diaria jaja)

volver a ser feliz con depresión


¿Cómo se siente la depresión? Empezaré por decir que no tengo claro cuándo inició mi condición. Llevaba muchísimo tiempo sintiendo que el cuerpo me pesaba, que las ganas y las ilusiones se habían desvanecido lentamente y me habían dejado con el deber más no la voluntad de levantarme cada mañana. A veces lloraba, a veces me enojaba, otras simplemente no sentía nada más que vacío. 

Perdí la capacidad de ver las cosas simples de la vida: si llovía, si hacía sol, si la gente sonreía o si alguien lloraba. Era como un limbo donde casi nada importaba o cosas super simples me alteraban. O estaba a la defensiva o en modo valeverguista. Me aislé tan lentamente de la gente que ni yo misma me percaté de mi encierro mental, solo quería estar sola siempre, tirada en la cama durmiendo porque cuando duermes todo duele y pesa menos.

Un domingo en la mañana mientras desayunaba con mi familia exploté de rabia sin razón aparente. Corrí a encerrarme en mi cuarto y empecé a llorar de manera desesperada. Mi hermana y mi mamá me tocaban la puerta pero yo estaba aterrada, un pensamiento me había llegado como una revelación y no quería tener que enfrentarlo. Dejé entrar a mi hermana y le dije: 

-      Creo que tengo depresión. Nadie me va a entender y Mami se va a enojar.

Mi hermana me miró con amor, me abrazó y sentí como si una carga enorme hubiera desaparecido de mi espalda.

Soy una mujer muy afortunada y bendecida, porque contrario a lo que creí no solo mi hermana y mi mamá me apoyaron, sino toda mi familia. Fueron conmigo al hospital y estuvieron a mi lado todo un año hasta me dieron de alta y me quitaron los medicamentos.

Guardé silencio sobre mi condición a otras personas por temor al estigma, por miedo y vergüenza de que otros me señalaran y me juzgaran como una persona débil o cobarde, que dijeran “¿Diay mamita, no puede ni con su vida?” o “Hay gente que pasa más cosas y no se pone en esas”.  

Tardé muchísimo tiempo en comprender que no era nada de eso, que no había nada malo o dañado en mi cabeza, sino que simplemente todas las personas procesamos las cosas diferente. Y no por debilidad, falta de Dios o cobardía, simplemente nuestro cerebro y corazón funcionan distinto. Nuestros pensamientos y paradigmas son distintos. 

Además, la depresión causa un desequilibrio químico en el cerebro que requiere ser tratado con medicamentos y no con un “¡Sea valiente!”, “Levántese y sonría” ¿o es que cuando a un diabético se le sube el azúcar ésta se le normaliza con palabras de “aliento” o frases vacías? Pues de la misma forma ningún paciente depresivo se va a curar de esa manera.

Estoy convencida que gran parte del éxito de mi recuperación fue gracias a mi red de apoyo y es muy triste saber que hay miles de personas viviendo silenciosamente ese infierno día con día por miedo a la incomprensión, por la ignorancia de otros que no saben o aceptan que la depresión es una enfermedad seria que necesita tratamiento. Y peor aún, que ese silencio constante carcome poco a poco todo lo que hay en una persona hasta que no queda nada más que la sensación de no tener salida ni camino de regreso.

Tiempo después a mi depresión, empecé a sufrir ataques de pánico como les compartí en este post tiempo atrás. Pero ambas cosas, aunque parezca increíble me han fortalecido enormemente con el tiempo. 

Empecé a valorar a mi familia muchísimo más y a darle el espacio y la atención que merecen, a disfrutar las cosas cotidianas que en el trajín diario se nos pasan por alto, a decir más “te quiero” y a abrazar más frecuentemente.

Aprendí que mi salud emocional se construye día con día con la elección consciente de mi actitud y mis pensamientos, con la aceptación de mis debilidades, la selección más estricta de las personas que me rodean y la escogencia de las batallas que quiero o no pelear.

Descubrí que no hay nada de malo en llorar, en caer, en perder, en fallar, porque siempre se puede tomar la lección y mejorar continuamente; que la perfección solo existe en las revistas y la tv para poder vender, pero que la vida real está llena de subidas y bajadas, de cicatrices de guerra.

Y quisiera cerrar este post con lo siguiente: 


Cuando vea a alguien irritado, sensible, de malas, etc., no sea duro con esa persona porque no sabe a qué pueden estar ligadas emociones de ese tipo. Trate de ser amable y comprensivo. Un simple gesto puede hacer la diferencia. Si conoce alguien con depresión no juzgue ni señale, mejor lea e infórmese sobre la enfermedad. Usted puede ser la piedra que entierre el corazón de alguien o la piedra sobre la que alguien se afirme para dar el paso fuera del pozo. 

Mari.

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1 Comments:

  1. hace falta que como sociedad hablemos más de depresión. la mayoría de la gente sigue pensando que es "andar awebado"

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