Regresar para empezar de nuevo (o como me contrataron del lugar que me despidieron)

Hace 3 años fui despedida de mi trabajo. Fue el trabajo de mis sueños por 4 años y medio y el de mis pesadillas por medio año más. Estaba tan desgastada que a pesar del miedo al desempleo y el enojo por creer que no me merecía ese final, sentí también muchísimo alivio porque emocionalmente ya no daba para más.

Esta va con café bien calientito.

Me hallé luego en un torbellino de emociones tan grande que me subí a un avión y me fui lejos de todo para poder replantear mi vida. En ese viaje comprendí que la raíz de toda mi situación no era la que pensaba, pues yo creía que mi vida estaba patas arriba por mi situación laboral cuando en realidad mi situación laboral terminó patas arriba por mi vida en general.

En la soledad pude comprender que había dejado de ser feliz hacía muchísimo tiempo, que había perdido la capacidad de ver todo lo que tenía en mi vida por enfocarme solo en lo que me faltaba; que me había dedicado tanto en llevarle la contraria a los que me decían “tiene que cambiar esto o aquello” que había dejado de mejorar y de paso, de ser yo misma. Había guardado tantas cosas por tanto tiempo en mi pecho que la carga casi no me permitía respirar. Y al cerrar los ojos para no ver mi realidad, también dejé de ver la belleza de la vida que entonces tenía.

Empezar una nueva vida
Cuando entendí todo eso, empecé un camino hermoso donde me encontré a mi misma más fuerte y resilente que nunca, y empecé la relación más bella y sanadora que he tenido, la que cambió y salvó mi vida: mi relación con Papito Dios.

Regresé por la enfermedad de mi madre como ustedes saben, encontré un empleo que me permitió volver a sentar base e iniciar un nuevo ciclo de vida y me propuse ser una mejor versión de mi misma. En mi trayecto conocí personas increíbles, personas malas, viví momentos llenos de tristeza e incertidumbre pero también muchísimos momentos felices.

Mucho mucho tiempo después, pude también comprender que yo había sido responsable también de mi despido y me sentí en la necesidad de tomar mi cuota de eso, perdonar, perdonarme y avanzar. Fue muy nostálgico pensar en todo lo bueno vivido entonces e imposible evitar pensar también en lo hermoso que sería poder regresar y hacer las cosas distintas y me dije “Para Dios no hay imposibles si esa es su voluntad”, aunque todos conocemos lo improbable de que te contraten de un lugar que te despidieron las personas que te despidieron.

Dejé el tema y me concentré en seguir mi crecimiento personal y espiritual. Maduré muchísimo, cambié mis prioridades y mis objetivos, encontré un propósito de vida que nunca tuve antes y tomé la decisión de ser feliz y disfrutar el camino aprovechando todo lo posible cada momento, siento agradecida por cada bendición recibida.

Y la vida – Diosito – me respondió.

El 13 de julio fue mi primer día de trabajo en esa empresa de la que 3 años atrás fui despedida.

Antes quería volver para enmendar mis fallos, pero yo dejé mi carga atrás hace mucho tiempo y no soy más aquella persona de entonces, por eso se con certeza que lo que Dios me está regalando es la oportunidad de empezar una nueva etapa en mi vida, en la que él ahora me acompaña y guía mis pasos.

Les comparto esto por varias razones:

1.       Cuando la dificultad llega nos enfocamos tanto en ella, que no nos percatamos de la oportunidad que tenemos al frente para cambiar, para mejorar, para hacer las cosas diferentes, para aprender. Para empezar algo nuevo.

2.       A veces eso que creemos que es una tragedia, es solo un ajuste que Dios hace en nuestro camino, para colocarnos en una mejor posición a futuro. Solo debemos confiar en él, porque sus planes siempre son perfectos y mejores que los nuestros.

3.       Como se dice en el fútbol, el partido no termina hasta que el árbitro pite y aunque suene trillado, mientras haya vida hay esperanza. Si podemos aún respirar no es el fin de la historia aún.

Se que en este tiempo especialmente, pasamos por momentos realmente difíciles donde cuesta creer y tener esperanza, pero la vida siempre nos da oportunidades nuevas. Y eso de que cuando una puerta se cierra una ventana se abre es una realidad. Hoy lo se más que nunca.


Mari-Paz.

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